28/08/2011

Cartografía de los libros usados

Desde una edición de “El Príncipe y el Mendigo” con dibujos de Carlos Freixas y traducción de Elsa Oesterheld hasta una versión de lujo de “Superman” sorprenden a un paciente rastreador de librerías de viejo.

POR Marcelo Birmajer

    Todo comenzó hace 25 años. Me había exiliado en el barrio de Florida, al borde de la Panamericana. Para llegar al Once tenía que tomar el colectivo 60. Habitaba una pieza en una casa de dos pisos. El piso de abajo lo compartían una ex monja y un ex JP, que eran pareja, más una amiga de la monja; arriba, un kiosquero, un músico y un servidor. El muchacho de abajo se despertaba fumando marihuana y se iba a dormir inhalando sustancias que quitan el sueño, de modo que nos atormentaba con una música indefinible, a todo volumen, de seis a seis. En esas circunstancias yo había comenzado a trabajar en la revista Fierro, y su director, Juan Sasturain, me había prestado un libro selecto: Williard y sus trofeos de bolos, de Richard Brautigan.
Siempre he sido de perder todo lo que toco, y en aquellos meses del invierno del 87, cuando no dormía más que unos pocos minutos por día, mi incapacidad recrudeció. Pero por medio de distintos artilugios, y por una ciega y férrea voluntad, de algún modo logré retener hasta el último de los trofeos de bolos de Williard. Eran aquellos primeros libros de Anagrama que llegaban al país: tapas blancas con dibujos colorinches. Mucho Bukowski, mucho “polla”, “chaval”, “follar”; varios recién nacidos escritores argentinos mechaban en su prosa el vocabulario de las traducciones del ya envejecido destape español. Yo leía muy orondo, en el colectivo 60, aquella prosa de los sesenta entre beatnik y despiadada, feroz y graciosa, pornográfica y mística. Eran libros que olían a nuevo y a importado en muchos sentidos distintos, pero a la vez eran la buena y vieja literatura, la misma que hacíamos acá cuando los españoles ni siquiera podían traducirla. Hizo falta mucho más que mis propios descuidos para arrebatarme ese libro.
Una noche negra como la del largo exilio del pueblo de Israel, me bajé del 60 en la parada incorrecta. Busqué entre las tinieblas el sendero del regreso. Pero los pájaros de la muerte se habían comido las pistas de migas de pan. Un asesino vocacional, proveniente de la Villa Miseria lindera, me asombró alzando un rodillo de pintura por sobre mi cabeza y, con la otra mano en el bolsillo, ordenando: “Vamos para la villa, vamos para la villa”.
Nunca olvidaré ese rodillo de pintura alzado como un arma, blanco en el medio de la noche. El grito en susurros de arreo no era una invitación a conocer otra cultura, ni al diálogo; era la vieja canción del verdugo, del opresor, disfrazado de pobre, de víctima. Antes de esa noche, durante esos minutos de zozobra y por el resto de mi vida, supe lo mismo: el que alza un arma contra el inocente es el opresor, no importa su clase social, ni sus antecedentes ni sus motivaciones: no todos estamos capacitados para salvar vidas; pero todos estamos capacitados para no matar ni amenazar. Por supuesto, no acepté su invitación. Aunque siempre le he tenido miedo a los perros y a los ladrones, respondí: “De acá no me muevo”. Prefirió llevarse todas mis pertenencias. Un impermeable, una de las pocas herencias que me dejó mi padre, fallecido dos años antes de este suceso. Algunos billetes de muy baja denominación. Un reloj, regalo de fin del secundario. Y el tesoro que para ese alcahuete nada representaba ni valía: Williard y sus trofeos de bolos, dentro de una mochila con una palta y una botella de jugo de limón Minerva, cuya etiqueta advertía a los consumidores con un haiku que preserva mi memoria y no aparece en Google: El sedimento es pulpa que precipita.
El sedimento, como la memoria, es pulpa que precipita. Permítanme considerar la recién acabada primera parte de este no tan largo relato como un flashback in media res, como el comienzo de El escudo averno de Asterix. Es el único episodio de los realizados por Goscinny y Uderzo que se inicia con una referencia al pasado cercano, relativamente lejos del tiempo y el lugar de la aldea de Asterix, específicamente a la derrota, en Alesia, del jefe averno Vercingetorix, quien arroja sus armas, entre ellas el escudo del título, a los pies del César. El resto de la historieta transcurrirá más de veinte años después, cuando regresamos al presente de la aldea gala invencible. Del mismo modo yo comienzo esta crónica con el recuerdo de aquel libro robado para llegar a nuestros días, veinticinco años después, específicamente al momento cuando viniendo de mi casa, en Constitución, rumbo a mi oficina, en el Once, creo divisar la colección completa de los viejos libros blancos y colorinches de Anagrama. La colección completa es un decir: son muchos, blancos, uno al lado del otro. En ese momento no tengo tiempo de detenerme, pero lo registro en mi memoria. Dentro de un par de semanas debo compartir una mesa redonda con Sasturain, en Rosario: un homenaje a Fontanarrosa. ¿Qué tal si me aparezco, un cuarto de siglo después, con el recuperado libro de Brautigan? Mi vida oscila entre la sobreocupación y el ocio malsano. Hay semanas en que no alcanzo a completar el trabajo que se me pide, otras en que no me alcanzan las manos para rascarme. La semana siguiente al descubrimiento del botín de los viejos de Anagrama en la librería de usados sobre la avenida Entre Ríos, es de esas en que me pregunto cuál es mi función en la vida. ¿Para qué sirvo? ¿Por qué no estoy haciendo algo útil? Mejor salir en busca de aquel libro robado. Pero cuando llego, la colección de Anagrama no está. El vendedor no es el mismo, pero parece saber que alguien pasó y se llevó todos los “libros blancos”. Tiene que ser obra de un malhechor. Finalmente, aquel ladrón era un hechicero y me ha perseguido en el tiempo, hasta mi penosa adultez. Las cosas que ganamos, las ganamos sólo por un tiempo. Pero las que perdemos, las perdemos para siempre. Y es un consuelo estúpido, cobarde, recitar en tono plañidero el adagio: “Si lo perdiste, nunca fue tuyo”. Por supuesto que se pierde, por supuesto que fue tuyo, por supuesto que nunca más lo recuperarás, por supuesto que nunca más te recuperarás.
En la misma librería encuentro una edición incunable de El Príncipe y el Mendigo, de Mark Twain, del tamaño de la palma de mi mano, con dibujos de Carlos Freixas y traducción de Elsa Oesterheld, la ahora viuda y por entonces esposa del autor de El Eternauta. Se lo llevaré a Rosario, a modo de indemnización, a Sasturain, por el libro de Brautigan robado en segunda instancia por el hechicero.
El día no se ha salvado, pero tampoco hundido. En una editorial a la altura de la avenida Independencia me aguarda un cheque. No es gran cosa, pero yo tampoco soy gran cosa: de modo que los pequeños cheques y yo nos entendemos. Otra librería de usados, sobre la calle Montevideo, una cuadra antes de llegar a la avenida Rivadavia, exhibe un álbum de historieta más poderoso que cualquier evento presente Superman vs Muhamad Alí, Deluxe Edition, dibujo: Neal Adams, guión: Denny O`Neil.
Leí esa historieta hace 34 años, en castellano. Aunque nunca fui devoto de los personajes de la DC, ese episodio en particular me fascinó. Los extraterrestres, como siempre, quieren destruir la Tierra, pero nos darán una última oportunidad: nuestro principal gladiador debe luchar contra el mejor de ellos. Sin embargo, ¿quién es el mejor representante de la Tierra para este combate, Superman o Muhamad Alí? Alí pretende imponerse con el argumento de que no sólo es el mejor, sino de que, a diferencia de Superman, él es terráqueo. Superman contrapone que él es naturalizado terráqueo, y que se ha jugado por la Tierra tantas veces que tiene el mismo derecho que Alí a defenderla.
Finalmente juegan una semifinal –Superman despojado de sus superpoderes– en la que triunfa Alí. Es un episodio majestuoso. 34 años después, perdido ese volumen por la acción del tiempo, en la puerta de vidrio de la librería cuelga un cartelito que reza: “Enseguida vuelvo”. ¡Enseguida vuelvo! Eso fue lo mismo que me dijo la historieta el día en que la perdí. Lo mismo que me dijeron cada una de las cosas que perdí en mi vida. Pero igual que el dueño de esta librería, no vuelven. Todavía no volvieron.
Lo espero, pero no más de lo que me permite el horario de la editorial: puedo pasar a buscar el cheque de 11 a 12.30, y yo nunca hago esperar a un cheque. Me marcho con la esperanza de que la historieta de Alí contra Superman no me haga el mismo chiste que la colección blanca de Anagrama; de que los poderes del hechicero no lleguen tan lejos, de que se haya despojado de ellos como para librar una batalla justa entre mi persona, en representación del recuerdo, del sedimento, de la decencia; contra el olvido, los ladrones y los falsos progresistas. ¡Qué suelte su rodillo y pelee como un hombre!.
En la editorial no sólo me aguarda el cheque, sino la posibilidad de cambiarlo de inmediato y, dadas las coordenadas geográficas, premiarme con una visita al restaurant del centro cultural japonés, sobre la avenida Independencia.
Pero llegando a destino, no casualmente por la calle Estados Unidos, descubro, al 600, una librería de usados en inglés, Walrus. Desde la vidriera me recibe un libro de conversaciones con Truman Capote. Subrayo “con”, porque he leído muchos reportajes de Truman Capote “a”, por ejemplo, Brando; o la aguafuerte sobre Marilyn Monroe. Pero este libro son reportajes que le han hecho a Truman Capote, él como entrevistado. Todavía no entro. Voy al restaurant japonés, me pido un sashimi teishouko, dejo el abrigo en la silla, y regreso a la librería. ¡Podré mirar libros mientras me preparan la comida! ¡No padeceré ansiedad ni hambre anticipada! El día está muy cerca de ser un éxito. El sedimento es pulpa que precipita.
Atiende la librería un joven de no más de veinte años. Hace cerca de tres meses que terminé de leer el segundo tomo, y yo creía que último, de las memorias de Kissinger. 1.062 páginas cada uno. Pero la ineludible Internet me revela una cuenta pendiente: hay otras 1.062 páginas, Years of Renewal, la administración Ford. El libro es inconseguible. En Amazon lo ofrecen solamente usado, y no lo envían a la Argentina. Pero ya que estoy en la librería en inglés, le preguntaré al librero, seguramente un analfabeto que no sabe siquiera quién fue Kennedy, si tiene algo de Kissinger. El muchacho se lleva una mano al mentón y me recita, en tono casual, sin pretensiones, los títulos de los tres, repito, los tres, tomos de las Memorias de Henry Kissinger.
Son muchos milagros en un solo momento: el librero, de no más de veinte años, es un erudito, un genio, un prodigio. El Mozart de los libreros. Me avergüenzo de mis prejuicios contra la juventud. El libro sale nada más que 75 pesos, menos de la mitad de lo que me hubiera costado en Amazon, si me lo hubieran querido vender. Felipe, se llama el librero. Es mi nuevo ídolo.
Para encontrarle un título a mi nota, unifico todo este episodio –el encuentro casual de la librería, el librero prodigio, la aparición del libro– en un solo milagro.
El siguiente es cuando, caminando de regreso a mi barrio, paso por la librería de usados de la calle Montevideo, y aún están allí Alí y Superman, a punto de pelear, de representar, 34 años después, una vez más su papel por la supervivencia de la Tierra. Tal vez nunca consigan salvar este planeta. Pero, por hoy, me salvaron a mí.

http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/no-ficcion/Cartografia-libros-usados-librerias-viejo-birmajer_0_539346079.html
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23/08/2011

Queríamos (y odiábamos) tanto a McLuhan...

Se cumple un siglo del nacimiento del pensador canadiense, creador de metáforas célebres, como "la aldea global" y "los medios como ambiente". Aun quienes lo critican por sus ambivalencias admiten que abordó el tema de la comunicación con notable visión de futuro

Viernes 15 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa -Nota de tapa / Medios y mensajes
Por Ana María Vara - Para LA NACION

¿Utopista o apocalíptico? ¿Aristócrata de las letras o gurú de los nuevos medios? ¿Pensador de avanzada o delirante? En Marshall McLuhan esas oposiciones no se excluyen. Tampoco se acomodan tranquilizadoramente en una sucesión cronológica: aunque es posible trazar el recorrido de sus ideas, que se van explicitando a lo largo de cuatro décadas, no puede argumentarse de manera unívoca que su pensamiento se desplazara del punto A al B mientras se enumeran sus libros.
A poco de cumplirse el centenario de su nacimiento, el próximo jueves, y a más de treinta años de su muerte, la obra de McLuhan resulta tan sugestiva e incómoda como en sus inicios. Su "mensaje" sigue vivo, fascinante y abierto. Así como tempranamente se lo quiso y se lo denostó, a la vez, por conservador y por hippie, hoy es retomado tanto por autores que celebran la era digital como por quienes la reprueban y la temen. Musa honoraria del artista Andy Warhol, cómplice de los magnates de los medios para el crítico de la cultura Raymond Wiliams y un joven Jean Baudrillard, genio en la línea de "Newton, Darwin, Freud, Einstein y Pavlov" para el escritor Tom Wolfe, personaje de Woody Allen en Annie Hall, donde aparece en un cameo; "santo patrono" de la revista hipertecnológica Wired; profeta que alerta sobre el fin de la política y el pensamiento riguroso, según un humanista como Neil Postman; más recientemente, augur del "capitalismo metafísico" y el mundo de los derivatives, que llevaría a la crisis financiera de 2008, para el crítico Scott Lash: algún nervio de la cultura contemporánea ha tocado quien proyecta una imagen tan intensa y caleidoscópica.
En su itinerario, cinco ciudades son cruces vitales e intelectuales: Winnipeg, Cambridge, Saint Louis, Toronto y Nueva York. Canadiense y nieto de canadienses de origen irlandés, McLuhan creció en un ámbito semirrural hasta que la familia se mudó a Winnipeg, donde estudió en la Universidad de Manitoba. Allí completó un bachellor y un máster en literatura.
A los veinte años, ya se conocía a sí mismo lo suficiente como para describir con precisión su modo de discutir: "Me gusta argumentar contradiciendo los hechos (por diversión). Es bastante fácil sostener una posición en contra de cualquiera, especialmente si uno conoce el caso por completo (a favor y en contra) mientras que tu oponente sólo conoce un lado, no importa si bien o mal". Y a los veintiuno, ya reflexionaba sobre los medios de comunicación y vagamente delineaba su primer libro, que escribiría dos décadas más tarde: La novia mecánica , un estudio sobre la cultura popular y la publicidad. Tras escuchar una conferencia sobre economía, apuntaba en su diario, entre el espanto y la admiración:
La sobreproducción resulta en un fuerte ataque al bolsillo del individuo. Siempre se apela a un sentimiento poderoso: miedo, orgullo, sexo, riqueza, ambición, etc. En cincuenta años, si no incurren en extremos absurdos, un volumen con los eslóganes y trucos publicitarios de 1930 va a resultar una lectura más interesante que cualquier otra cosa escrita por esta generación.
Mientras completaba su tesis de maestría sobre el poeta victoriano GeorgeMeredith (1828-1909), se presentó a una beca para Cambridge. Llegó en octubre de 1934 y se integró inmediatamente a la rutina de clases, conferencias, discusiones y remo. Para un estudiante que organizaba sus veranos como ciclos de lectura y se lamentaba de que los exámenes en la Universidad de Manitoba sólo duraran dos horas, el ambiente deCambridge resultó adecuado. No se le ocurrió lamentarse de que la magna institución británica le exigiera recomenzar desde el bachellor : por entonces nadie creía en la globalización educativa y todos los títulos tenían que revalidarse.
De la lista de profesores e intelectuales que conoció en aquellos años, Gilbert Keith Chesterton fue quien dejaría una marca más profunda en su formación, al resultar una influencia decisiva en su conversión al catolicismo. "Conozco cada palabra de su obra: es responsable de mi entrada en la iglesia. Escribe por paradojas, lo que lo hace difícil de leer, o difícil con el lector", escribió McLuhan. Al caracterizar el estilo de su maestro, el canadiense parece estar hablando del suyo, hecho de juegos de palabras, de contrasentidos, de alusiones, de figuras literarias. "El medio es el mensaje", la sentencia más conocida de McLuhan y la que condensa de manera más clara su aporte al estudio de la comunicación, fue caracterizada como "una paradoja chestertoniana" por uno de sus biógrafos, W. Terence Gordon, profesor de la Universidad Dalhouise, de Canadá. Con ella, McLuhan "nos invita a la reflexión y nos desafía a internarnos en sus profundidades, a interpretarla, a continuarla, a entenderla transformándonos en su contenido, el verdadero principio que propone la frase".

Para seguir leyendo: En: http://www.lanacion.com.ar/1389005-queriamos-y-odiabamos-tanto-a-mcluhanel-estilo-es-el-mensajeel-artista-como-maestro-la-luz-l

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10/08/2011

¿De papel o e-book?, un debate actual

En el Malba / Tercera jornada de Experiencia adn
Tres especialistas dialogaron sobre el futuro del libro tradicional y su convivencia con el formato electrónico

"Hoy haré el papel del abogado del diablo por partida doble -prometió Ariel Torres, editor del suplemento Tecnología de LA NACION, en su introducción-: no sólo me crié entre libros y mi casa está llena de ellos, sino que también soy un gran consumidor de libros electrónicos. Mi impresión es que ambos formatos son complementarios."
Así comenzó el debate sobre la irrupción del libro electrónico ( e-book ) y su convivencia con el libro tradicional, que se realizó ayer en el auditorio del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba-Fundación Costantini).
El encuentro, en el que participaron también el analista y director del newsletter Comentarios Enrique Carrier (experto en nuevas tecnologías) y el director de la editorial Interzona, Guido Indij, formó parte del ciclo Experiencia adn , organizado por LA NACION y que cuenta con el apoyo de Citi y las empresas Chandon, Carolina Herrera y Tudor.

Luego de su introducción, Torres mostró un libro publicado en 1862. "Este volumen tiene 149 años, salió ocho años antes de que Bartolomé Mitre fundara LA NACION y cinco antes de que se patentara la máquina de escribir. Y, sin embargo, funciona a la perfección. ¡De hecho, tiene mejor calidad de imagen que una iPad o un Kindle! Ningún otro soporte de información puede igualar semejante durabilidad."
Añadió que los libros son los únicos medios que no necesitan de un aparato externo para poder acceder a sus contenidos. Por esa razón, y porque son objetos palpables, se establece con ellos una relación "más íntima" que con discos o e-books. 

"Por otro lado, las estadísticas muestran que los que más leemos libros de papel somos también los principales consumidores de e-books . Es lógico -afirmó Torres-, la tentación de recorrer catálogos y obtener en instantes una obra que no habíamos leído es irresistible. Sí, nuestras bibliotecas reales son un tesoro, pero los e-books tienen la enorme virtud de expandir esa biblioteca casi hasta el infinito."

Por su parte, Indij trató el tema del futuro del negocio editorial y enumeró las ventajas que, a su juicio, tiene el formato tradicional.

Carrier habló de los cambios para el lector, el escritor, así como para las editoriales y librerías que introdujo la llegada del libro electrónico. "Leer es ahora más barato, más cómodo y hay más opciones ya que fomenta la lectura. Los libros no podrán escapar al tsunami de la digitalización", agregó.

Destacó asimismo que otra ventaja de los e-books "es que cuando uno quiere desesperada, urgente, vitalmente un texto, se lo puede obtener [en forma digital] en cualquier momento, desde cualquier lugar".

Entre los asistentes pudo verse al director del Museo Nacional de Bellas Artes, Guillermo Alonso; el embajador en Túnez, Sergio Baur; a la directora de la Editorial El Ateneo, Luz Henríquez; a la directora de Marea Editorial, Constanza Brunet; al escritor Eduardo Alvarez Tuñón; el consejero cultural de la embajada de México, Ricardo Calderón Figueroa, y el ex embajador argentino en los Estados Unidos, José Octavio Bordón.

Por Experiencia adn ya pasaron el pianista uruguayo Luciano Supervielle y Kevin Johansen junto a Liniers. El cuarto encuentro será el 16, con Javier Malosetti y su banda Electrohope, que presentará su disco "TEN". La entrada es gratuita con capacidad limitada y las reservas se realizan por mail: experienciaadn@lanacion.com.ar o telefónicamente al 5272-4220, de 9 a 15..

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09/08/2011

“Expertos en aspectos superficiales, los nativos digitales tienen dificultades para construir significados”

El pedagogo catalán Daniel Cassany pasó por la Feria del libro infantil y habló de “literatura juvenil electrónica”. En esta entrevista dice que el sistema educativo no se adapta a las nuevas prácticas devenidas del uso de Internet.

POR Andrés Hax - ahax@clarin.com  // Ideas

En silencio, sin hacer alboroto, el pedagogo catalán Daniel Cassany vino a Buenos Aires — en el marco de la Feria del Libro Infantil— para atacar ciertos mitos sobre el comportamiento de los adolescentes en Internet. Específicamente dijo que escribir mensajes de texto, escribir en blogs y en foros de Internet delimita la capacidad de procesar textos escritos y leídos de forma correcta y eficiente. Su charla, Literatura juvenil electrónica: remix, fanfic, posts y blogs (cuyos Power Points están disponibles online) parte del asombro de que los “chicos” están leyendo y escribiendo más que nunca, pese a que lo hacen en ámbitos no autorizados, evaluados o convalidados por los canales oficiales educativos.

En síntesis, según Cassany, sucede lo siguiente: la red promulga tanto la lectura como la escritura y los chicos adolescentes se aprovechan plenamente de esto; sin embargo, esta actividad netamente literaria no se refleja en los resultados medibles dentro de las materias afines del colegio, como lengua. Acá, según Cassany, el problema puede ser de los colegios, que no se adaptan correctamente a la nueva realidad. Y aquí va contra la idea esteriotipada —y al revés— de que las redes sociales están dispersando la capacidad de concentración y desarrollo lingüístico de los jóvenes.

Charlamos con Cassany —cuyo sito Web esta repleto de recursos para docentes e investigadores—después de su presentación en la Feria del Libro Infantil.

¿Hay realmente un cambio de paradigma en el mundo de hoy en cuando cómo los chicos procesan la realidad online?
Hay un cambio en proceso. Yo creo que si, efectivamente,  Internet, como el invento prodigioso que es, del mismo nivel que la rueda, que el habla, que la escritura, que la imprenta, va a modificar muchas cosas de nuestra mente y de nuestra sociedad. Yo estoy conforme con esta idea. Lo que pasa es que yo creo que no sabemos todavía dónde nos va a llevar, o como van a cambiar las cosas, porque sólo pasaron 20 años… Y, por ejemplo, en el caso de la imprenta, uno de los últimos inventos a los que se le reconoce haber modificado la estructura social y mental de las personas, se necesitaron más de cien o doscientos años para llevar a cabo todas las potencialidades del invento. Entonces en este sentido lo que tenemos es mucha especulación.

Los nativos digitales, los chicos, son muy expertos en aspectos superficiales: por ejemplo en manipular la computadora, en instalar programas, en acceder a determinados recursos. Pero tienen muchas dificultades para construir significado coherente a partir de esta información. Las investigaciones que hemos hecho, por ejemplo, si los chicos saben leer en Internet, y entender la información que se da, y relacionarlas con sus vidas, nos muestra que muchas veces fracasan. Que no son tan buenos lectores como aparentemente parecería que son.

En ese sentido, ¿es correcto decir que uno de sus intereses es vincular el entusiasmo que muestran los chicos en su quehacer online con su vida en la aula escolar?
Bueno, en su vida privada hoy los chicos leen y escriben mucho más que antes, porque gracias a las tecnologías lo pueden hacer. Entonces, gracias a esta experiencia los chicos aprenden muchas cosas que son beneficiosas para ellos y que les hacen crecer. Entonces mi interés es explorar cómo aprenden estas cosas, por qué quieren aprenderlas, e importar estas formas de aprender a las escuelas para que las escuelas sean más eficaces.

¿Con cuál actitud se acerca a los adolescentes en sus investigaciones?
Yo soy un científico, no soy un literato. Entonces mi aproximación es la de intentar a entender, observar, recoger datos, estudiaros y analizarlos. Me sitúo en un paradigma mas global u holístico cualitativo, que significa pues que me interesa no tanto obtener datos estadísticos sino saber cuáles son las opiniones de los chicos que leen en Internet, por qué lo hacen, cuándo lo hacen, qué cosas hacen. Entonces eso lo hacemos más a partir de entrevistas y de observación. De análisis de datos. Y eso es etnografía. 
 

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02/08/2011

Isol: “Cuando era chica leía esos cuentos de genios que te hacían temer el deseo”

Literatura Infantil y juvenil  11/07/1

Ilustradora y autora, creadora de personajes como La Bella Griselda, una princesa tan linda que hace que los hombres pierdan la cabeza literalmente, Isol rompe los tópicos de la literatura infantil: cuestiona su modelo, qué temas debe tratar y cómo.

Por Patricia Kolesnicov - pkolesnicov@clarin.com

Había una vez una princesa que era tan bella tan bella que los hombres perdían la cabeza por ella.

Literalmente . Los reinos vecinos iban quedando acéfalos.
Un día a Camila se le cumplió un deseo. Su mamá se convirtió en globo y no gritaba más.
Un día, una nena se despierta demasiado temprano, ve a su mamá de espaldas, y se da cuenta de que es hija de un puercoespín. Que se disfraza con shampúes y cremas pero aunque se vista de seda, puercoespín queda.
A la gente que le mostré el libro de la princesa Griselda, mis amigas, les gustó. Pero sé que tiene unas cosas un poco... para un libro de niños... como medio... como medio terribles.
Isol mira su último libro publicado, La Bella Griselda con cara de preocupación. O, mejor, con la cara de preocupación satisfecha que puede tener una niña traviesa. Pero Isol no es una chica traviesa, es una autora e ilustradora que nació acá en Buenos Aires pero publica en Noruega, en Francia, en Canadá, en Turquía, en España, en Mexico, en Estonia, en los Estados Unidos y siguen países. Es una artista –también canta– que ha ilustrado libros de Paul Auster, ha tenido menciones especiales en premios como el Hans Christian Andersen y ha figurado en la lista más selecta de la literatura infantil: el White ravens. “Es una estrella”, define una editora del ramo.
Estrella y/o chica traviesa, Isol es la creadora, entre muchos otros, de los libros –imágenes y texto– que cuentan las historias del comienzo: la princesa tan hermosa (La bella Griselda); la mamá que se hace globo (El globo); la hija de la puercoespín (Secreto de familia). A su modo, con ellos cuestiona qué es un libro para chicos, cuánto de suave, cuánto de didáctico tiene que ser. Y algo más: un libro para chicos ¿puede meterse con los padres? ¿Puede mandar al cielo hecha globo a la madre que no sólo es santa sino que, además, es la que abre la billetera para oblar el libro? A mí me gustan los libros que hago. Me gustan desde un lugar que está relacionado con mi infancia. Hay cosas que se instalan desde la infancia, como construcciones familiares, maneras de ver el mundo, que te influyen toda la vida. Y hay cuentos que se me ocurren, que me resulta más poético contarlos desde un niño. Esa mirada más fresquita me sirve para narrar ciertas cosas.
Pero la mirada no es tan fresquita; es la tuya, que no sos una nena.

­ Claro, pero en ese momento me conecto con la mirada de los chicos. Los nenes tienen un lugar muy disruptivo de lo que ya está instaurado, de lo institucional.

­ O sea que no esperás enseñar nada sino aprovechar lo que los chicos ven.
­ Mirá, si a alguien le enseñan algo mis libros, es a mí.
­ ¿Qué te enseñan? ­ Cosas que te pasan. El tema de la identidad, que está en muchos cuentos, el tema del deseo, el de la inconformidad. Todo eso tiene mucho que ver con cosas que a mí me preocupan.

Secreto de familia, por ejemplo. Yo, de chica pensá que en en mi familia eran unos freaks (raros). Y  eran un poco freaks, en realidad, porque mis viejos eran muy jóvenes, mi vieja me tuvo a los diecisiete años, enseguida vino la época del Proceso, eran medio hippies, y a mí me parecía que los demás eran más...

­ Más normales.
­ Iban al catecismo, eran como había que ser. Después, de grande, me di cuenta de que mucha gente pensaba que sus padres eran unos freaks. De ahí esa fantasía de ser huérfano, de ser adoptado, que tienen muchos chicos.

­ Eso de: "¿Qué tengo yo que ver con esta gente?" ­ Por eso les encantan esas historias de huérfanos a los nenes.

Eso, mis libros tienen una mirada en los conflictos. Con humor.

Pero la verdad es que no pienso que tengan que servir para algo; simplemente para el disfrute.

­ Griselda parece hablar del dolor, de la soledad de la belleza.

­ Es mi primer libro en que el protagonista no es un nene, una nena. Y en el que tampoco estoy del lado de ella.
­ Bueno, no es una nena porque es de género, es una princesa.

­ Sí, pero no es una princesita... no es nuestra heroína.
­ No, porque necesitabas que tuviera un conflicto adulto.

­ Lo de "perder la cabeza" se me ocurrió tomando la frase de manera literal. Y después está lo de ser princesa. Las chicas quieren ser princesas. Yo quería ser una princesa. Y en un momento, no me funcionó más.
­ ¿Qué querrá decir ser una princesa? ­ Todo el mundo las quiere y quiere estar con ellas. Pero la verdad es que la princesa ni siquiera elige con quién va a estar porque el que la besa, se queda con ella; el que la salva, se queda con ella. Es un lugar como de muñeca.

­ También tiene un poder.
­ Pero no le sirve para nada. Es un poder que la aprisiona.
­ No le sirve para ser feliz.
­ No, para ser feliz no. No está mal ser bella, me dio risa que esa belleza fuera tan letal. Y también: ¿qué podés hacer con tanta gente atrás tuyo? ¿A cuántos podés conocer? Es como la fama, ¿no? ­ No sé, vos decime.

­ Yo no soy muy famosa. Y soy fan de alguna gente. Me tengo que resignar a que yo me relaciono con su arte y que eso es lo mejor que puedo hacer con esa persona. En realidad, todo ese amor que uno siente es porque el otro te da palabras para tus sentimientos, le da aire a tu vida.

Pero esa es la conexión.

­ El punto es que la princesa hermosa, sufre.

­ Es que en vez de amarla, le temen. Había una idea que me gustaba mucho, que es la idea la de la perfección.

Por mucho tiempo pensé que había que ser perfecto.

Y después... ¡es insoportable estar con alguien perfecto!
­

¿Cómo era ser perfecto? ­ Nunca pude. Pero tenés que ser brillante en lo que hacés, tenés que tener una vida amorosa loca, el tipo perfecto, la casa perfecta. Y, como me dijo mi psicóloga, "todo ideal se vuelve persecutorio".

La princesa ­sin contar el final­ consigue un príncipe miope y tiene una hija... a la que le gusta armar rompecabezas. Isol se ríe de su chiste. Por la escalera llega Rafael Spregelburd ­dramaturgo, director teatral, actor en "El hombre de al lado"­ que acá está en función de marido y ofrece té.

Ventana al jardín: todo se ve tan armónico. Y por qué no: "Cuando era chica ­dice­ leía esos cuentos que te hacían temer el deseo, los de los genios. Tirabas un deseo y era todo peor. Casi que te castigaban por haber deseado algo." 





En: http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/infantil-juvenil/isol-ilustradores-bella-griselda_0_515348667.html