Un dolor punzante en el estómago
La reedición por el 20 aniversario de “Achtung Baby”, Punto de inflexión en la carrera de la banda U2, confirma Al álbum como la alegoría de una ciudad y, al mismo tiempo, una reflexión desgarrada sobre enamoramiento.
POR Luis Diego Fernandez
"Estoy preparado para el gas hilarante, estoy listo para lo que venga”, dice Bono Vox al inicio de Achtung Baby. El líder de U2: paladín de cuero negro, guasón travestido con enormes lentes negros –The Fly–: primera y última gran rockstar posmoderna. A veinte años de su lanzamiento y ante una reedición en formato doble: ¿qué fue Achtung Baby de U2, además de su mejor y más perdurable obra? ¿Cómo leerlo? Quizá la última ópera pop que canta un amor ultrarromántico con altas dosis de perversión y locura. Otro intento: reflexión geopolítica en el Berlín pos caída del Muro: nostalgia tecno y relectura del rock industrial, escapando de un exceso de salmos y blues de redención luego de The Joshua three (1986) y la gira mundial Rattle & hum .
Un logro lascivo de Achtung Baby fue el transformar la carrera de diez años – Boy, 1980– de una banda signada por el rock épico y las baladas potentes y melancólicas, en clave irish catholic, en un artificio absolutamente perfecto. Pero lo nuevo, sabemos, debe
volver al pasado de modo alegórico para reconformarse: todo misticismo
sólo puede salir de sí transvalorando su religio en una ascesis estética total: dandismo, así siempre lo fue en el siglo XIX. Bono salta del papado pop
a un dandi cínico y paródico que camina por Potsdamer Platz fumando
habanos –panetelas pequeñas– y cantando a su musa perdida: del purpurado
vaticano a un flaneur sardónico.
Bono compuso 12 canciones perfectas –incluyendo “One”, himno de la
banda– enlazadas como lamento hacia la mujer que ya no está. Sinfonía de
amor que no evade la perversión tan bien retratada por las fotografías
de Anton Corbijn en el booklet y el arte de tapa –los U2 desnudos y travestidos, expresionismo barroco y estética de cabaret berlinés, cultura de Weimar y burlesque. Bono es mártir y vedette : su ultrarromanticismo también se profana en los pasajes benjaminianos
de la centroeuropa en ruinas. En su momento, Brian Eno, músico y
productor del disco, definió la obra con ciertos adjetivos gráficos:
“bizarro, oscuro, sexy , industrial, dulce, decadente, caótico y
optimista”. Eno y Daniel Lanois –el otro del tándem productor– hicieron
catar a los irlandeses sabores poco conocidos para su paladar.
Achtung Baby dialoga con el cine de Wim Wenders –los U2 son musicalizadores habitués de sus road movies globales– y con la literatura meditativa de Peter Handke.
Achtung Baby responde, sin saberlo, a la fisiología estética vital de
Nietzsche y la lectura del “Angelus novus” de Paul Klee por parte de
Walter Benjamin.
Achtung Baby es la continuidad lógica de Berlin (1973) de Lou Reed y
de la trilogía alemana de David Bowie – Heroes, Low y Lodger, 1977 a
1979 – también producida por Brian Eno. ¿Y hoy? En gran medida, Born
this way (2011) de Lady Gaga “reproduce” y se apropia del sonido dance e industrial alemán con pizcas de rock de carreteras, sólo que la pregunta ya no es: ¿qué es el amor?, sino: ¿qué es la sexualidad? –más o menos lo mismo. De Achtung pasamos a Scheisse: los términos alemanes melancolizan: atención, nena, la mierda. Es decir, todo es corruptible.
Acthung Baby también operó como una suerte de enciclopedia irónica de la historia del rock: desde Elvis y los Beatles a los Sex Pistols, desde Hendrix a Michael Jackson y Prince: algo de esto podemos ver en videoclips
como “Even better than the real thing”, (obra maestra del género) pero
sobre todo en ese show dantesco y mediático como fue la gira Zoo TV
Tour : Bono haciendo zapping en vivo y llamando por teléfono a stars.
Compendio
de la plasticidad y gestualidad: Bono, en su cúspide de lucidez, supo
jugar un gran póker como místico reconvertido en petimetre satánico
–recordar a McPhisto, su otro avatar de Zooropa – de cuño baudelaireano
y protagonista de la canción alusiva de Batman forever (1995), el
murciélago decadente de Joel Schumacher. Lo certero provoca: las líricas
oscuras, densas, introspectivas, heridas, se exhibían, paradójicamente,
de modo impúdico frente a lo catódico y el rock de estadios.
Achtung Baby fue el disco más exitoso de U2: el séptimo de la banda,
vendió 18 millones de placas en todo el mundo, ganó un Grammy, y se
lanzó el 19 de noviembre de 1991. Música agridulce que sólo pudo salir
de un zeitgeist: el Berlín reunificado finisecular. U2 leyó de modo impecable dónde posicionarse en las vísperas de la “autenticidad” grunge: el artificio de la individualidad heroica del dandismo era el territorio inmejorable.
Berlín, la ciudad. El lazo a la mujer y femme fatale
amada con igual obsesión que odio, la alegoría perfecta. “Sos un
accidente a punto de suceder”, dice Bono, luego, “pudimos dormir sobre
piedras, ahora nos mentimos entre suspiros y jadeos”. El
ultrarromanticismo exacerbado tiene su reverso en la carne más pura: el
semen derrochado. La epifanía se daba de modo circular, como un eterno
retorno nietzscheano : Bono dijo que todas las letras del disco
estaban escritas desde “la sangre y las tripas”. ¿Acaso existe otra
forma de padecer el enamoramiento que no sea con un punzante dolor de
intestinos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario