26 de Mayo de 1810
(Desde Cañada) - Martha Pérez Colman
Santa Fe duerme arropada
bajo inocente neblina,
y en Bustinza,
(posta antigua
con referencias escritas en papeles virreinales),
sueñan caminos reales
las fatigadas carretas.
¿Y Cañada?
Es casi nada…
Sólo barro y espadañas,
chajáes ruidosos, gritones,
y el eterno arroyo viejo
que silencioso y angosto,
moja toscas milenarias
cansadas de tanto tero.
Y allá lejos,
el rancho de Rosendo Flores,
(medio indio, pata al suelo),
que bosteza frío y sueño.
Todos los patos silbones
que vuelan desde la costa
dicen que cambian los tiempos.
Dicen que hervirán los pueblos,
dicen que allá en Buenos Aires los señoritos porteños
hicieron suyo el Cabildo sometiéndolo al Cisneros.
Las vizcachas asombradas se preguntan:
-”¿Gobierno propio tenemos?”-
-”¿El virreinato es nuestro?”-
Vuelven los patos silbones a la costa de la Plata.
La madrugada se alarga en una fría mañana.
Y el gaucho Rosendo Flores,
(rancho pobre, pegadito a la cañada),
aún no sabe de las benditos
que esgrimiendo las ideas que les ardían el alma,
usando la sola fuerza que les daban las palabras,
hicieron revolución
y no sangraron la Patria.
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