08/09/11
Del gaucho “traidor” al caudillo valiente, dos arquetipos culturales en disputa.
PorNora Viater
Una pregunta que tiene algo de adivinación seguramente tenga muchas respuestas posibles. Casi un juego: ¿qué hubiera pasado si ...?
En el marco del “Homenaje a Sarmiento” por los 200 años de su
nacimiento, que hasta el sábado 17 se hace en el Centro Cultural Ricardo
Rojas, cuatro especialistas buscaron responder a esta pregunta: “¿Y si Facundo fuera nuestro clásico nacional?” Vale decir: éste ¿sería otro país si el clásico no fuera el Martín Fierro?, ¿tendríamos otra literatura, otra historia? El guante en realidad lo arrojó el escritor Jorge Luis Borges, quien en Prólogo de prólogos , en 1944, escribió: “El Martín Fierro
es un libro muy bien escrito y muy mal leído. Hernández lo escribió
para mostrar que el Ministerio de la Guerra hacía del gaucho un desertor
y un traidor. Leopoldo Lugones lo propuso como arquetipo. Ahora
padecemos las consecuencias”. En 1974, Borges agregó una posdata a ese
comentario, que prologaba Recuerdos de provincia, también de Sarmiento: “Ya se sabe la elección de los argentinos. Si en lugar de canonizar el Martín Fierro, hubiéramos canonizado el Facundo como nuestro libro ejemplar, otra
sería nuestra historia y sería mejor”. Un debate que vuelve a poner
sobre la mesa, gracias a esa aguja borgeana, la fórmula de Sarmiento:
“civilización o barbarie”.
De la mesa reunida para develar “esa
adivinación retrospectiva”, esa conjetura formulada por Borges,
participaron los especialistas Cristina Iglesia, profesora de Literatura
del siglo XIX de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Jorge
Monteleone, investigador del Conicet y poeta, Martín Prieto, profesor de
Literatura Argentina en la Universidad de Rosario, y autor de Historia de la literatura argentina y Martín Kohan, escritor y docente, coordinados por Alejandra Laera.
Para
Iglesia, la de Borges no es una propuesta de cambio si no una queja.
“Estoy de acuerdo con él, aunque por razones literarias distintas: como
lectora y crítica, prefiero la prosa de Facundo, un texto arduo y bello. Lo prefiero a la melodía facilona del Martín Fierro, llorona, un poema tan servicial, tan gauchito, merece ser el clásico de un país, o de una zona del país, para el que
la queja, y no la lucha, es el primer gesto de identidad”.
En 1913, en una serie de conferencias, Lugones postula el Martín Fierro como un emblema de “la formación del espíritu nacional”. Y, la figura del gaucho, “un paradigma de la nacionalidad”.
Monteleone dijo que “no se trataría de cambiar la historia, sino de sustituir un mito. Cuando Borges se refiere al Martín Fierro como historia, lo devalúa”. Monteleone tiene una hipótesis: “la canonización del Martín Fierro es un efecto de la previa canonización del Facundo, y no una sustitución”.
Las
intervenciones de Prieto y Kohan sumaron otro nombre al tablero: para
ellos el problema, la preocupación de Borges no eran Sarmiento ni
Hernández, sino Perón. “Eso venía sucediendo desde 1943”, dijo Prieto. Y
siguió: “En todo caso, Sarmiento es un antídoto retórico, literario,
acorde con la misma formulación, retórica y literaria, del problema: la
del peronismo. Sarmiento es nuestro clásico porque su tradición se
manifestaba sobre todo en la literatura, pero no tenía potencia
política”. Y se preguntó –cabe agregar qué pasaría – si no son
“Borges y Leónidas Lamborghini nuestros clásicos”. Para Kohan, “se cita
demasiado la dicotomía ‘civilización o barbarie’, pero el texto se
ignora. Creo que Borges pedía leer el Martín Fierro en clave de Facundo.
La barbarie la narra siempre la civilización y cuando se narra la barbarie, el que escribe es el civilizado.”
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